Cada vez más españoles pierden la pista de sus hijos a manos de sus ex parejas

Enrique Pinto salió de su aldea gallega hasta Holanda por amor. Allí tuvo una hija, pero la madre logró un trabajo en Turquía y se trasladaron allí con la pequeña Katia. En mayo de 2010 la madre pone fin a la relación y al poco tiempo decide que Enrique ya no vuelva a ver a su hija hasta llegar a un acuerdo legal. “Al día siguiente busqué un abogado para llegar a un acuerdo amistoso, pero la otra parte se negó en rotundo”, recuerda Enrique.

Menores forzados a ser adultos

Algunos niños han dejado de ser niños. Sus temores -a la oscuridad, al agua, las barbas largas o las caras de payaso, por poner unos ejemplos- ahora se psicologizan o psiquiatrizan. Su autoestima apenas se alimenta y las pocas veces que se entretienen es con juegos en ocasiones agresivos ante la pantalla de un ordenador. De ellos se espera que sean los mejores en clase, y “estrellas” en las actividades deportivas. Así lo cree María Eugenia Vigil, psicóloga clínica del centro de Salud Mental Infanto-Juvenil de Avilés, quien ayer ofreció una conferencia bajo el título “Desarrollo psicosocial en la segunda y tercera infancia” enmarcada en el proyecto Escuela de Familias.

¿Qué culpa tienen los hijos?

De nuevo un macabro suceso de la muerte de unos niños por manos de su madre ha saltado a los medios de comunicación como un auténtico mazazo en el sinsentido y la sinrazón que supone la reiteración de decisiones que se toman por los padres de “resolver” sus diferencias personales poniendo el objetivo de sus iras y venganzas personales en sus hijos. En unos seres indefensos que inspirados en la confianza que les genera su padre o su madre son capaces de seguirles y aceptar lo que les digan en la seguridad de que ellos no serán capaces nunca de hacer nada que ponga en peligro sus vidas.

¿Por qué la demografía no nos preocupa?

Hace veinte años el matrimonio Erlich se preguntó por qué la opinión pública no estaba tan asustada como ellos por los efectos de la explosión demográfica. Sobraba gente en el planeta y quien tuviera más de dos hijos debería ser visto como un irresponsable. La respuesta fue que las gentes se adaptan al largo plazo y reaccionan ante los fogonazos. Al ser la demografía de lenta evolución, la sociedad no percibe sus consecuencias. Ahora se podría dar otra contestación: los hijos los tienen los individuos y la masa no tiene conciencia colectiva.

Dejemos a las familias en paz

Los padres no han dimitido de sus responsabilidades. Más bien ocurre que por querer ser perfectos, ignoran cómo ser buenos padres, es decir, padres normales. Entiendo por padres normales los que saben sobrellevar la neurosis inherente a la tarea de educar a los hijos sin estar todo el día preguntándose si lo han hecho bien.