La crisis demográfica que atraviesa España por la falta de nacimientos es un problema acuciante que no figura en la agenda de los partidos políticos y sólo se aborda de vez en cuando como proclama, que luego cae en el olvido.

La crisis demográfica que atraviesa España por la falta de nacimientos es un problema acuciante que no figura en la agenda de los partidos políticos y sólo se aborda de vez en cuando como proclama, que luego cae en el olvido.
Es conocido el perverso efecto que sobre la financiación del Estado de bienestar tendrá el envejecimiento demográfico en España; si los moradores del país con más de 65 años son ahora el 18% del total, en 2031 alcanzarán el 25%.
Tenemos 2.000 accidentes menos en nuestras carreteras, hemos cambiado el Seat 127 por el coche eléctrico y somos un país líder en trasplantes, pero con una población más envejecida: harían falta 260.000 niños beneficiado a la izquierda mientras que hay una relación directa entre la abstención y las victorias del PP.
Por primera vez desde la reunificación, la media de edad de la población alemana ha descendido. Es un dato a primera vista alentador en Alemania, un país envejecido, que necesita jóvenes para alimentar un mercado de trabajo en expansión.
Del 91,1% en 2010 al 80,0% en 2017. Más de once puntos en apenas siete años. Llámenlo como quieran, recorte, hachazo, tajo… Y no afecta a una partida cualquiera. Hablamos de las pensiones.
El Banco de España, en su informe anual de 2016, publicado ayer, alerta de que el “menor ritmo de avance de la población” ya ha reducido el potencial de crecimiento del país del 3% del periodo 2001-2007 al 1,5% esperado para la próxima década.