La mitad de los inmigrantes de segunda generación se sienten españoles

El 50% de los hijos de aquellos inmigrantes que llegaron a España en la década de los 90, hoy adolescentes, se sienten españoles. El porcentaje es muy superior entre los que han nacido en el país (80%) frente a los que han llegado a edades tempranas. Este sentimiento de pertenencia e integración ha ido en aumento, según la Investigación Longitudinal sobre la Segunda Generación en España, elaborada por el Instituto Universitario Ortega y Gasset y la Universidad de Princeton.

Amor de padre

Los grupos feministas más radicales llegaron a negar su existencia, pero psiquiatras y psicólogos se ocuparon de devolvérselo a las mujeres. Ahora que por fin se reconoce, el instinto maternal, esa fuerza que une a la madre con su criatura desde antes incluso de nacer, resulta que también es cosa de hombres. Lo ha dicho un grupo de investigadores franceses, que ha demostrado que los padres que se ocupan de sus hijos con la misma dedicación que tradicionalmente lo han hecho las mujeres acaban por desarrollar la misma capacidad para distinguir a su bebé entre un millón.

La pequeña luz al final del túnel demográfico empieza a apagarse

Guayaquil poco tiene que ver con Pontevedra. La primera es la ciudad más poblada de Ecuador y una de las más grandes de América Latina (2.634.016 vecinos contando la población flotante). La segunda es una de las capitales más pequeñas de Galicia (82.684 habitantes). En el 2001 Isabel Dayana Mora, su marido y su hijo cambiaron el calor perpetuo de Guayaquil por la temperatura más templada de Pontevedra. Isabel cuenta que vinieron a estudiar, pero a la vez tuvieron que ponerse a trabajar para salir adelante. Ambos lograron un trabajo, tuvieron dos hijos más en Galicia y fueron felices, pero ahora -añade esta mujer ecuatoriana- “aquí la felicidad se nos acabó”.

Crisis contra el amor

Las familias de acogida reciben una subvención mensual que oscila entre 300 y 700 eurosLa casa de Magnolia Murcia es casi como un bazar chino. “Tengo ropa de cero a siete años”. Y no sólo todo tipo de prendas. También juguetes para prácticamente todas las edades. El fondo de armario de las familias de acogida tiene que ser necesariamente profundo. Y el ingenio y la colaboración vecinal. “Aquí en Petrer nos conocemos todos. Así que, es mucha la gente que en la puerta del colegio, en el parque o en cualquier sitio, te trae ‘ropita’ o cualquier cosa. ¡La gente se vuelca!”.