El modelo de bienestar “familista”, según el cual las políticas públicas dan por supuesto que las familias deben asumir la provisión de bienestar de sus miembros, sigue penalizando a las mujeres y las reformas que se han ido produciendo no tienen la dimensión que se necesitaría para ajustarlas a las nuevas necesidades.
La invisibilidad de los cuidados de salud que aportan las mujeres
